jueves, junio 09, 2005

Cosas que he callado II...

4:56 a.m.

Por un lapso de tres horas escuche pequeñas, infantiles y tímidas risas, carcajadas y constantes muestras de camaradería. Ya no tenia ganas de contar chistes, ya se me había acabado el repertorio. Uf!! Que ganas de tener a la mano un buen tabaco acompañado con una copa de ron, sentarme a ver como llueve y sentir como la brisa fresca golpea mi rostro, contigo a mi lado. Muchos se acercaron a mi oído y me reclamaron el drástico cambio de humor. Me acorde de ti. muy pronto cambie las risas por el llanto.

Empecé contándoles de tus felinos ojos, de lo mucho que extraño no volver a verlos, de lo profunda que era esa mirada color café claro, de lo hermoso que se veían a contra luz y que descansaban sobre una nariz afilada, pequeña, perfecta y que te hacían ver más bella, de la ternura que me ocasionaba verlos llorar de felicidad y de cómo me rompías el corazón cuando lo hacías por tristeza. Quizás ahora lo hagas por esto ultimo. Les dije de lo calcinante que eran verlos cuando estabas molesta y de cómo con tan solo una mirada me dabas a entender tantas cosas. Miles de ellos rieron hasta desmayar, como si hubiera contando el mejor chiste de la noche.

Les explique del sabor que tenían tus labios cuando te besaba, cuando nuestras lenguas jugueteaban y se volvían una sola, cuando mordía tu carnoso labio inferior. Les dije lo dulce que era el color de tu voz cuando te acercabas a mi oído y como un leve y cálido suspiro me decías: “Te quiero”, cuando no existía mejor forma de amanecer a tu lado que con un abrazo seguido de un “Te amo” aun dormida. Les dije cuanto me lastimaron tus “Te odio” y la ternura que me ocasionabas cuando te dirigías a mí como “Mi vida” o “Mi amor”. Les dije la bella armonía que ocurría cuando te reías a pulmón abierto, al sentir mis juguetones dedos por la planta de tus pálidos pies, cuando se iluminaba tu hermoso rostro con una sonrisa que hacia que me derritiera olvidando cualquier enojo contigo, y el miedo que me daba cuando dejabas salir a la mujer dura e inquebrantable cuando te molestabas. Algunos de ellos se conmovieron y agacharon la vista, la mayoría seguía recorriendo mi cuerpo tendido. Inerte.

Les conté lo delicioso que era descansar mi cabeza sobre tu hombro y alucinar con la fragancia de tu cuello, en el que tantas veces me perdí y que me encantaba besarte. Les dije lo perfectamente moldeados que tienes tus senos. Firmes. Duros. Escucharon atentos con cierto morbo cuando les conte la primera vez que sintieron mis calidas manos y como se erguían cuando sentían mi húmeda y quemante lengua cuando los recorría centímetro a centímetro. Cuando tus piernas abrazaban mi cintura y sentían la desnudes de mi cuerpo cuando nos fundíamos en una sola persona. Cuando te robaba un gramo de vida en un orgasmo. Cuando no importaba otra cosa mas que amarnos...

Era hermoso contemplarte dormida las madrugadas de insomnio, desnuda, sin pudor. Sentir lo terso de tu blanca piel. Sentirte totalmente mía cuando te abrazaba fuertemente contra mi pecho. Caminar por la calle tomada de la mano sin preocupación alguna. Limpiar con besos las lagrimas que tantas veces te ocasioné. Sentir tu aliento fresco en mi rostro. Decirte cuanto me encantaba verte con esos jeans ajustados que dejaban ver tu preciosa figura. Tocar tu cabello. Volverte a besar... no sabes como lo extraño. Hay tantas cosas mas...

Una lagrima recorrió lentamente mi fria mejilla. Uno de ellos se acerco y con su pequeña mano la seco. Se movio hacia mi oído y apenas pude escuchar su infantil voz que decía: “debiste de haberla querido mucho”. Mas que a mi propia vida. Conteste en mi pensamiento.

Si pudiera salir tan solo un minuto de aquí.

Logre la atención de miles de ellos hay presentes. Alcance a ver como la mayoría tenia los ojos húmedos. Un silencio invadió de pronto el ataúd. Minutos después seguían con el festín que mi cuerpo les estaba proporcionando...

Johnny
Junio 07, 2005.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal