Cronicas II...
Desde la camilla (y no es cualquier camilla).
Si te has encontrado tirado en una camilla de hospital, déjame contarte esto...
Me ocurrió hace unas semanas. Después de un viernes por las noches en la cual no aguantaba mi constante molestia estomacal, y mi constante necesidad de ir al baño. Después del trabajo matutino el siguiente día, opte por ir a urgencias con mas miedo que ganas.
Revise mi correo tempranito, me sentía peor que niño somalí. De algún modo me veía como uno de ellos. Busque por Internet los síntomas los cuales me aquejaban, y ahí estaba: posible apendicitis. En la madre. Cirugía a huehuetzin tonantzin. En la hipermoder. Hecho esto, y con ganas de que con una sobadita, sopita y descanso se me quitara, me dirigí con mi madre que en ese entonces parecía mas preocupada que yo (a ella le ocurrió lo mismo tiempo atrás) a la unidad medica que me corresponde. Pase a urgencias como si nada. Después de la revisión exhaustiva (?) elaborada por el Doc al cual le cedí mi portentoso vientre, llegue a la conclusión de que ya me sentía bien y que podía darme de alta. Ni madres. Estudio de sangre (descartando posible apendicitis) y de paso unas placas de mi marcadísimo (?) estomago. Deberían ver que huesotes. Gracias a las delicadas y gentiles manos de una enfermera, que me recordó a uno de los simpáticos personajes enfundados en un tutu, de la animación de walt disney fantasía, me vi postrado por al menos 6 horas en observación en la nada cómoda sala de urgencias. Si te sentías enfermo, adentro te sientes peor al cuadrado. Mi hora de entrada marcaba las 11:30 de la mañana. Sin cenar. Sin almorzar. Con un vientre del cual juraría saldría el alien, y con ganas de tirarme como perro amarillo en mi sillón favorito, a ver al menos, los voluptuosos cuerpos de las conductoras en la televisión, después de la sobadita y la rica sopita. Pero...
Era la 1 de la tarde y yo echado con una bolsa de suero colgando encima de mi cabeza. Había soñado con ese fin de semana meses atrás. No llego el equipo al que le soy seguidor asiduo desde hace unos años, pero la onda era ver el superbowl, y que mas que con una buena dotación de alitas fritas (colesterol free) y con una cervezas previamente pasadas por hielo. Ya me imaginaba yo tirado en una cama en la sección de recuperación del hospital, con un mameluco o algo parecido, al cual juras que le hace falta la parte trasera o que te lo dieron roto y que no deja nada a la imaginación, con la abertura en la parte posterior que deja ver desde la espalda completa, hasta la barba partida, mientras algunos de mis amigos, (seguramente) disfrutarían entre cerveza y botana, el partido transmitido por televisión. Ni peps. Mientras yo, comiendo gelatina, agua de sabor, y verduras ricas en vitaminas. Suficiente para una persona que se considera, no fan, sino fanático de los tacos al pastor y alambres en sus diferentes presentaciones e ingredientes y todo lo relacionado con la diversidad de antojitos mexicanos los fines de semana.
Mas que nervios era miedo el que tenia, al costado tenia una mujer, la que se quejaba amargamente, yo sentía que mi trasero se iba haciendo mas chico del que normalmente es, con tan solo escucharla. Al lado un señor que en el tiempo que estuve no se quito la sabana de la cara, parecía que llevaba por lo menos 2 días tirado ahí. Ya me había artado de cantar la misma canción que tenia en mente, no sé si te has visto en este caso, lo que menos quería era acordarme de mi posible ojalateada estomacal, no pase de la misma pagina del libro que tenia en mis manos.
El reloj marcaba las 4, me cae de a madre que ya no me dolía el estomago, ni sentía mi mano derecha. Como dijera mi hermana: “yo soy muy puto para esas cosas”. Olvidaba decir que al entrar a la sección de urgencias, me di el tiempo necesario de mandar mensajes vía celular a mis amigos cercanos. Mi abuela a la cual le tengo un gran cariño (ya les contare un día de estos el porque) se entero dos días después, DOS considerando que soy su nieto consentido.
Seis de la tarde. Mi aliento era peor que el de un león después de un acto circense. Ya estaba “uptudimoder” como dijera el escritor Germán Dehesa. No dejaba de ver el reloj y mi pulsera, la cual usaría en caso de estar en quirófano. Ni hambre tenia. Hasta que se le ocurrió al doctor encargado (según) de mi cirugía, echarle un vistazo a mis placas y mi estudio sanguíneo. ¿Seis horas para llegar a la conclusión que lo que tenia era un exceso de gas interintestinal, un cultivo de diferentes tipos de lombrices, unos churros con harta su salsa valentina del día anterior, y cuanta madre mas dentro del estomago, siendo que desde un principio habían descartado la posible apendicitis, y por la cual la cirugía valía para dos cosas?. Respire de nuevo. Ya me sabia otra canción. El semblante me cambio. Mi trasero regreso a su tamaño normal, y los que sentía en la garganta, regresaron a su posición habitual. A huevo que vería el siguiente día el partido el cual llevaba meses esperando, desde la comodidad de mi sillón. Quise enseñarles lo bien que tenia cortadas mis uñas, pero lo entumido de mi mano donde tenia puesto el suero, solo me dio la oportunidad de mostrarles en dedo medio de mi mano aun adolorida.
Tengo algo así como colitis, no de esa, de la otra, mutación que ocurrió por la gastritis que padecí (ahora al cuadrado) en mi época de estudiante preparatoriano. Empecé una dieta a huex, por aquello de cuidarme y empezar una vida sana. Verduras, leche (que no soporto), nada de irritantes, nada de grasa, lo mismo fumar y tomar. Lo sano me duró apenas semana y media. Aun tengo cereal de fibra, y un yogurt al que le faltan, algo así como 10 días para su caducidad, debería decir que ahora me cuido mas, bueno un poco. La llamada de un amigo, reclamándome el porque se me ocurría enfermarme precisamente el día de la transmisión por cable de la corrida del Juli con Zotoluco, junto con su cuñada (mi hermana) y sus hermanos, me hizo sentir mucho mejor que unas horas antes.
No sé que es lo que haya pasado con la chica que estaba al lado mío, que en el tiempo que estuve en calidad de bulto al igual que ella, no dejó de quejarse. Ni del tipo que parecía tener dos días ahí. No es nada grato estar dentro de una sala de urgencias. Vaya pues un saludo y reconocimiento, a aquellos que se encargan de darle mantenimiento a nuestros cuerpitos. Gracias Doc.
Johnny
Mar.- 01 - 05
Si te has encontrado tirado en una camilla de hospital, déjame contarte esto...
Me ocurrió hace unas semanas. Después de un viernes por las noches en la cual no aguantaba mi constante molestia estomacal, y mi constante necesidad de ir al baño. Después del trabajo matutino el siguiente día, opte por ir a urgencias con mas miedo que ganas.
Revise mi correo tempranito, me sentía peor que niño somalí. De algún modo me veía como uno de ellos. Busque por Internet los síntomas los cuales me aquejaban, y ahí estaba: posible apendicitis. En la madre. Cirugía a huehuetzin tonantzin. En la hipermoder. Hecho esto, y con ganas de que con una sobadita, sopita y descanso se me quitara, me dirigí con mi madre que en ese entonces parecía mas preocupada que yo (a ella le ocurrió lo mismo tiempo atrás) a la unidad medica que me corresponde. Pase a urgencias como si nada. Después de la revisión exhaustiva (?) elaborada por el Doc al cual le cedí mi portentoso vientre, llegue a la conclusión de que ya me sentía bien y que podía darme de alta. Ni madres. Estudio de sangre (descartando posible apendicitis) y de paso unas placas de mi marcadísimo (?) estomago. Deberían ver que huesotes. Gracias a las delicadas y gentiles manos de una enfermera, que me recordó a uno de los simpáticos personajes enfundados en un tutu, de la animación de walt disney fantasía, me vi postrado por al menos 6 horas en observación en la nada cómoda sala de urgencias. Si te sentías enfermo, adentro te sientes peor al cuadrado. Mi hora de entrada marcaba las 11:30 de la mañana. Sin cenar. Sin almorzar. Con un vientre del cual juraría saldría el alien, y con ganas de tirarme como perro amarillo en mi sillón favorito, a ver al menos, los voluptuosos cuerpos de las conductoras en la televisión, después de la sobadita y la rica sopita. Pero...
Era la 1 de la tarde y yo echado con una bolsa de suero colgando encima de mi cabeza. Había soñado con ese fin de semana meses atrás. No llego el equipo al que le soy seguidor asiduo desde hace unos años, pero la onda era ver el superbowl, y que mas que con una buena dotación de alitas fritas (colesterol free) y con una cervezas previamente pasadas por hielo. Ya me imaginaba yo tirado en una cama en la sección de recuperación del hospital, con un mameluco o algo parecido, al cual juras que le hace falta la parte trasera o que te lo dieron roto y que no deja nada a la imaginación, con la abertura en la parte posterior que deja ver desde la espalda completa, hasta la barba partida, mientras algunos de mis amigos, (seguramente) disfrutarían entre cerveza y botana, el partido transmitido por televisión. Ni peps. Mientras yo, comiendo gelatina, agua de sabor, y verduras ricas en vitaminas. Suficiente para una persona que se considera, no fan, sino fanático de los tacos al pastor y alambres en sus diferentes presentaciones e ingredientes y todo lo relacionado con la diversidad de antojitos mexicanos los fines de semana.
Mas que nervios era miedo el que tenia, al costado tenia una mujer, la que se quejaba amargamente, yo sentía que mi trasero se iba haciendo mas chico del que normalmente es, con tan solo escucharla. Al lado un señor que en el tiempo que estuve no se quito la sabana de la cara, parecía que llevaba por lo menos 2 días tirado ahí. Ya me había artado de cantar la misma canción que tenia en mente, no sé si te has visto en este caso, lo que menos quería era acordarme de mi posible ojalateada estomacal, no pase de la misma pagina del libro que tenia en mis manos.
El reloj marcaba las 4, me cae de a madre que ya no me dolía el estomago, ni sentía mi mano derecha. Como dijera mi hermana: “yo soy muy puto para esas cosas”. Olvidaba decir que al entrar a la sección de urgencias, me di el tiempo necesario de mandar mensajes vía celular a mis amigos cercanos. Mi abuela a la cual le tengo un gran cariño (ya les contare un día de estos el porque) se entero dos días después, DOS considerando que soy su nieto consentido.
Seis de la tarde. Mi aliento era peor que el de un león después de un acto circense. Ya estaba “uptudimoder” como dijera el escritor Germán Dehesa. No dejaba de ver el reloj y mi pulsera, la cual usaría en caso de estar en quirófano. Ni hambre tenia. Hasta que se le ocurrió al doctor encargado (según) de mi cirugía, echarle un vistazo a mis placas y mi estudio sanguíneo. ¿Seis horas para llegar a la conclusión que lo que tenia era un exceso de gas interintestinal, un cultivo de diferentes tipos de lombrices, unos churros con harta su salsa valentina del día anterior, y cuanta madre mas dentro del estomago, siendo que desde un principio habían descartado la posible apendicitis, y por la cual la cirugía valía para dos cosas?. Respire de nuevo. Ya me sabia otra canción. El semblante me cambio. Mi trasero regreso a su tamaño normal, y los que sentía en la garganta, regresaron a su posición habitual. A huevo que vería el siguiente día el partido el cual llevaba meses esperando, desde la comodidad de mi sillón. Quise enseñarles lo bien que tenia cortadas mis uñas, pero lo entumido de mi mano donde tenia puesto el suero, solo me dio la oportunidad de mostrarles en dedo medio de mi mano aun adolorida.
Tengo algo así como colitis, no de esa, de la otra, mutación que ocurrió por la gastritis que padecí (ahora al cuadrado) en mi época de estudiante preparatoriano. Empecé una dieta a huex, por aquello de cuidarme y empezar una vida sana. Verduras, leche (que no soporto), nada de irritantes, nada de grasa, lo mismo fumar y tomar. Lo sano me duró apenas semana y media. Aun tengo cereal de fibra, y un yogurt al que le faltan, algo así como 10 días para su caducidad, debería decir que ahora me cuido mas, bueno un poco. La llamada de un amigo, reclamándome el porque se me ocurría enfermarme precisamente el día de la transmisión por cable de la corrida del Juli con Zotoluco, junto con su cuñada (mi hermana) y sus hermanos, me hizo sentir mucho mejor que unas horas antes.
No sé que es lo que haya pasado con la chica que estaba al lado mío, que en el tiempo que estuve en calidad de bulto al igual que ella, no dejó de quejarse. Ni del tipo que parecía tener dos días ahí. No es nada grato estar dentro de una sala de urgencias. Vaya pues un saludo y reconocimiento, a aquellos que se encargan de darle mantenimiento a nuestros cuerpitos. Gracias Doc.
Johnny
Mar.- 01 - 05
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