miércoles, marzo 15, 2006

Cosas que he callado X...

Señora

Pocas mujeres que conozco merecen ser llamadas “señora”, una de ellas. . . mi abuela, quizá la más representativa de todas, llevaba el adjetivo de DOÑA muy bien puesto; mujer de carácter (malo o bueno, depende de cada quién lo diga), mujer de iniciativa, de control total de sus actos, pensamientos y sentimientos, con una creatividad que ya la quisiera Cervantes, Da Vinci o Schubert, poseía un par manos maravillosas que bien pudieron haber sido varitas mágicas, nunca conocí a nadie con la facilidad que ella tenía para crear lo inimaginable. Sólo ella contaba con ese don.

¿Cómo escribir de alguien que aún duele, que aún se extraña, que aún se busca en casa? Dime abuela ¿De dónde se sacan fuerzas para pensarte y no romper en llanto? Enséñame a no llorar, no aprendí bien; enséñame a no mostrar mi lado débil, no puedo ocultar que me duele tu ausencia; dime cómo enfrento a la vida sin ti, si desde que te fuiste me siento perdida en la selva de la vida y no estás tu para rescatarme y calmarme, como en aquellas noches de pesadillas infantiles.

Mi abuela, la vida me quedó a deber bisabuela para mis hijos, la vida me quedó a deber abuela para mi, se fue cuando tenía 24 años, si, en promedio la tuve mucho tiempo conmigo comparado con mis primos y hermanos, pero para mi ella era como el helado, nunca es demasiado, nunca es suficiente, siempre quiero más, más de ella, de su cariño, su sabiduría, su presencia.
Como única nieta mujer de 6 nietos que somos, tuve el enorme honor de ser su preferida, le duela quien le duela, lo digo sin duda a equivocarme y con todo el orgullo que puede caber en mi corazón, no es un secreto, todos sabemos que fui su nieta preferida, ella y yo lo teníamos muy claro, ella era mi favorita y yo también y eso ha marcado mi carácter y mi vida, por que el hecho de ser tan importante para alguien te da privilegios y responsabilidades, no puedes fallar, simplemente no puedes fallarle, no a ella.

Remordimientos, si, si hay y muchos, un libro famoso dice: “Quien sea libre de pecado que tire la primera piedra”, quizá fallé en muchas cosas, no lo sé, pero me quiso siempre, hasta el último suspiro; me equivoqué, claro que si y en muchas cosas, ella me enseño que no es malo equivocarse, lo imperdonable es no aprender de tus errores.
Bien dicen que los abuelos son sabios por naturaleza, y ella naturalmente ella sabia entre las sabias, tenía la frase exacta para cualquier situación, con su incomparable humor y su crítica certera, podía convertir cualquier reunión aburrida y sosa en una verdadera tertulia llena de dichitos, chistes y risas.

Era muy contrastante, con una educación de la era de la revolución mexicana, pero con una actitud de mujer del siglo XXI, la convertía en una persona con la que podías hablar tanto de la aclaración de piel del “güero Jackson” como ella nombraba a Michel Jackson, como también te podía platicar con lujo de detalle las hazañas que pasaron cuando bautizaron a su hermana en plena guerra cristera. Tan contrastantes eran sus pláticas como su vida, de ser de una familia acomodada, dueña de una fábrica de mezcal en la sierra guerrerense con un hijo de 8 meses, un marido militar es que la amó hasta que murió absurdamente por tratar de separar a dos locos miembros de familias enemigas como Capuletos y Montescos, común en Tixtla; y de repente perderlo todo y tener que emigrar a Morelos, a empezar desde abajo, sin nada, con un hijo y el recuerdo casi demencial de su esposo.
Ella una vez confesó que se volvió loca me contó como un año de su vida lo tenía borrado de su mente, no supo de ella ni de su hijo, no recuerda cuándo empezó a caminar su hijo, estaba allí pero no se enteró. Con una vida llena de sufrimiento, lágrimas, limitaciones, llena de incertidumbre, de desconsuelo e incomprensión. . . ¿quién puede juzgarla? ¿Quién tiene derecho?

Sin embargo, tan grande era, que ni todo el sufrimiento vivido pudo opacar la luz natural con que nació, inquieta desde niña, me encantaba oír sus anécdotas de cuando era niña allá en su natal Tixtla, y se iba al Santuario a bailar en la tarima, y sus pleitos eternos entre sus hermanas por que siempre la acusaban con su mamá, pero ella corría con su abuela “Mama Chimi” a refugiarse como todo nieto hace con las abuelas consentidoras; sentía que ella era yo, siempre me sentí identificada con ella.

Fue la rebelde de sus hermanas, mientras que Ana y Aurelia cocinaban y hacían los labores del hogar, ella jugaba en el llano, subía árboles, bailaba y cantaba, ella nació para ser libre y odiaba las responsabilidades las reglas. Que si fue buena o mala madre, no lo sé, no importa, el cielo es testigo que hizo las cosas lo mejor que pudo, ¿quién es lo suficientemente buen hijo como para juzga a una madre? ¿Quién es lo suficientemente buen ser humano como para juzgar a otro? No todos vivimos la misma vida, así es que no podemos decir quién hizo bien o quién mal. Cada quien es responsable de sus decisiones y sólo ella sabe por qué y bajo qué circunstancias tomó de tal o cual modo decisiones tan difíciles.

Ella decía "Arrepiéntete de lo que no hiciste, nunca de lo que hiciste, por que lo hecho, hecho está ". Es más fácil vivir bien que vivir mal, ¿para qué hacerte más difícil la vida? Si ya es complicada por naturaleza. La vida es más sencilla si se vive sin miedos.
Al final de la vida ella se fue convencida de que:

amó,
fue amada,
el sol acarició su faz.

Vida, nada le debes,
vida . . . están en paz.


Indira Franco
Marzo 23, 2006

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