Crónicas XIX...
De mi abuela.
Como conté anteriormente, a ella le gustaba mucho platicar después de comer, bueno en realidad no, se apersonaba exactamente a un metro de distancia de su aparato receptor, su TV para que me entiendan, lo hacia acompañada de un vaso de clamato, con cerveza cuando aun no estaba tan enferma, bueno, en realidad no era clamato, pero se lo invitaba cuando podía. Era tierna al hablar con sus plantas cuando les daba una buena mojada con la manguera en su mano. Eso si era cierto. Las chuleaba y las acariciaba, les quitaba las matas que les salían en sus macetas, se enojaba cuando sus nietos las rompían, era bastante divertida.
Como lo dije anteriormente en “Mi chompi”, viví un tiempo en su casa, conté las varias ocasiones en las que nos sentábamos en el patio, ella con su clamato con sal y limón, yo con mi cerveza tamaño familiar buscando quitarme el malestar post-peda de la noche anterior. Platicábamos de muchas cosas, de los problemas que todos mis tíos y tías iban a desahogar con ella, cosa que siempre repercutía en su apenas masomenos buena salud. Creo que siempre trate de que se sintiera relajada y de buen humor cuando estaba con ella, hablo por mí, quiero creer que mis primas hacían lo mismo, puedo decir que sufría de ataques de carcajadas cuando recordábamos algún pasaje chusco de ella. Y debo decir que tenía bastantes momentos de esos. Me contaba los chismes más frescos de la familia. Fue ella quien me dijo como preparar la salsa para hacerme unas enchiladas y como hacer las orejas (setas). Si ya lo se, no tiene nada de ciencia, ósea, yo no sabia y ya. Tengo muchos recuerdos tuyos bastante frescos.
Pudo haber estado más tiempo con nosotros. Al llegar a casa de mi mama, su salud ya no era muy buena que digamos, delicada pues. Había que ponerle constantemente oxigeno, inyectarle insulina, bajarle la presión, calmarla, pues se ponía muy nerviosa, cuidarla en las noches, estar al tanto de su medicamento. Esa temporada que estuvo en casa de mi mama, me permitió ver el lado humano y sensible de mis tíos, tías, primos y familiares.
No me gustaba verte en cama. Me sentía muy nervioso cuando te decía que descansaras, que mañana nos veíamos, antes de cerrar mi puerta. Recuerdas que te cante como Pedro Infante cuando fue tu cumpleaños?. Si, lo se, nada mas te cante a ti. Hasta sentí que la banda de viento estaba detrás de mi cuando empecé a cantar: “…dicen que soy mujeriego, no lo puedo remediar…” imaginándome cómo le cantaba Pedro Infante a Sara García en la película Los Tres García. Tú te limitaste a reír. No sabes como quería cambiar ese momento cuando te vi, con todos esos cables en el hospital. Me quede frió. No pude más y me rompí. Creo a todos nos rompimos esa noche.
Actualmente tengo una planta llamada comúnmente pata de elefante, que en realidad no es mía, sino de mi hermano, a la que no hace mucho la cambie a una maceta mas grande para que creciera más y estuviera cómoda, al hacerlo me vino el recuerdo cuando veía la silueta apenas regordeta de mi abuela con manguera en mano hablando cariñosamente con sus plantas. Me siento raro haciendo lo mismo, al menos con esta pata de elefante.
Echo mucho de menos despertar y verte todavía dormida con la puerta abierta en el cuarto de mi hermano. Te extraño cuando regreso de trabajar y no veo tu puerta abierta, y tu tapada de pies a cabeza, aunque afuera no estuviera haciendo tanto frió. Extraño verte a un metro de distancia del televisor sentada en tu mecedora, viendo algunas películas de Pedro Infante, las mismas que veías una y otra y otra y mil veces. No sabes como extraño visitarte a plena hora de tu novela, que aunque ya la habías visto te la chutabas de todas maneras. No tienes idea de cuantas ganas tengo de volver a verte regar tus plantas y volver a sentarme contigo a platicar de todo y de nada y volver a carcajearme contigo con alguna puntada. Pero tu corazón se canso, que hasta reír te causaba esfuerzo. Prometiste que te pondrías bien y que le echarías ganas. Prometiste cuidar a mi hija. Prometiste que nos iríamos a pasear al parque. Prometiste que nos tomaríamos otro clamato con limón y sal como a ti te gustaban.
Te extraño, como no tienes idea.
Johnny.
Septiembre 7, 2007.
Como conté anteriormente, a ella le gustaba mucho platicar después de comer, bueno en realidad no, se apersonaba exactamente a un metro de distancia de su aparato receptor, su TV para que me entiendan, lo hacia acompañada de un vaso de clamato, con cerveza cuando aun no estaba tan enferma, bueno, en realidad no era clamato, pero se lo invitaba cuando podía. Era tierna al hablar con sus plantas cuando les daba una buena mojada con la manguera en su mano. Eso si era cierto. Las chuleaba y las acariciaba, les quitaba las matas que les salían en sus macetas, se enojaba cuando sus nietos las rompían, era bastante divertida.
Como lo dije anteriormente en “Mi chompi”, viví un tiempo en su casa, conté las varias ocasiones en las que nos sentábamos en el patio, ella con su clamato con sal y limón, yo con mi cerveza tamaño familiar buscando quitarme el malestar post-peda de la noche anterior. Platicábamos de muchas cosas, de los problemas que todos mis tíos y tías iban a desahogar con ella, cosa que siempre repercutía en su apenas masomenos buena salud. Creo que siempre trate de que se sintiera relajada y de buen humor cuando estaba con ella, hablo por mí, quiero creer que mis primas hacían lo mismo, puedo decir que sufría de ataques de carcajadas cuando recordábamos algún pasaje chusco de ella. Y debo decir que tenía bastantes momentos de esos. Me contaba los chismes más frescos de la familia. Fue ella quien me dijo como preparar la salsa para hacerme unas enchiladas y como hacer las orejas (setas). Si ya lo se, no tiene nada de ciencia, ósea, yo no sabia y ya. Tengo muchos recuerdos tuyos bastante frescos.
Pudo haber estado más tiempo con nosotros. Al llegar a casa de mi mama, su salud ya no era muy buena que digamos, delicada pues. Había que ponerle constantemente oxigeno, inyectarle insulina, bajarle la presión, calmarla, pues se ponía muy nerviosa, cuidarla en las noches, estar al tanto de su medicamento. Esa temporada que estuvo en casa de mi mama, me permitió ver el lado humano y sensible de mis tíos, tías, primos y familiares.
No me gustaba verte en cama. Me sentía muy nervioso cuando te decía que descansaras, que mañana nos veíamos, antes de cerrar mi puerta. Recuerdas que te cante como Pedro Infante cuando fue tu cumpleaños?. Si, lo se, nada mas te cante a ti. Hasta sentí que la banda de viento estaba detrás de mi cuando empecé a cantar: “…dicen que soy mujeriego, no lo puedo remediar…” imaginándome cómo le cantaba Pedro Infante a Sara García en la película Los Tres García. Tú te limitaste a reír. No sabes como quería cambiar ese momento cuando te vi, con todos esos cables en el hospital. Me quede frió. No pude más y me rompí. Creo a todos nos rompimos esa noche.
Actualmente tengo una planta llamada comúnmente pata de elefante, que en realidad no es mía, sino de mi hermano, a la que no hace mucho la cambie a una maceta mas grande para que creciera más y estuviera cómoda, al hacerlo me vino el recuerdo cuando veía la silueta apenas regordeta de mi abuela con manguera en mano hablando cariñosamente con sus plantas. Me siento raro haciendo lo mismo, al menos con esta pata de elefante.
Echo mucho de menos despertar y verte todavía dormida con la puerta abierta en el cuarto de mi hermano. Te extraño cuando regreso de trabajar y no veo tu puerta abierta, y tu tapada de pies a cabeza, aunque afuera no estuviera haciendo tanto frió. Extraño verte a un metro de distancia del televisor sentada en tu mecedora, viendo algunas películas de Pedro Infante, las mismas que veías una y otra y otra y mil veces. No sabes como extraño visitarte a plena hora de tu novela, que aunque ya la habías visto te la chutabas de todas maneras. No tienes idea de cuantas ganas tengo de volver a verte regar tus plantas y volver a sentarme contigo a platicar de todo y de nada y volver a carcajearme contigo con alguna puntada. Pero tu corazón se canso, que hasta reír te causaba esfuerzo. Prometiste que te pondrías bien y que le echarías ganas. Prometiste cuidar a mi hija. Prometiste que nos iríamos a pasear al parque. Prometiste que nos tomaríamos otro clamato con limón y sal como a ti te gustaban.
Te extraño, como no tienes idea.
Johnny.
Septiembre 7, 2007.