lunes, agosto 21, 2006

Cosas que he callado XV...

De un pato y yo.

Un pato amarillo cantaba alegremente mientras caminaba conmigo tomado de la mano.

Prometí que no iba a perderte. Fallé de nuevo. Simplemente por nuestras discusiones y tu falta de tolerancia. Pero, ¿Qué no el amor es para pelear por el, a brazo partido, por tu pareja y por ti, que si algo falla surge la plena confianza que se tiene el uno con el otro, buscar una solución a eso que les aqueja? Quizás la falta de tiempo de los dos poco a poco fue mermando la relación que íbamos forjando, si, con peleas, con desacuerdos, así es como se fortalece una relación, buscando soluciones a los diferentes puntos de vista. ¿O no? No existe cansancio en una relación que poco a poco se va formando.

Un pato amarillo cantaba alegremente tomado de mi mano y sufría de constantes desvelos conmigo.

Jamás tuve tantas ganas de salir corriendo o de tirarme desde la azotea. Es una buena temporada para salir de vacaciones y respirar nuevos aires. Olvidaba a que sabían mis lagrimas, dicen que llorando limpias el alma y fortaleces el espíritu. Es delicioso llorar por alguien a quien amas y de la cual estas totalmente enamorado. Te extrañe.

Un pato amarillo sentado en mi almohada tarareaba una canción extraña y tenia la mirada perdida, estaba ausente.

Hacia tiempo que no lloraba por una mujer, y es delicioso hacerlo por ti, porque me duele tanto tu perdida y porque no se que pase conmigo si tu no estas. Nunca le puse tanta atención a las canciones de Oceransky, parecía que todas se amoldaban perfectamente a mí. Terminaron rayados. No necesite del alcohol como suponías. Constantemente se ahogaba mi voz y las notas de mi guitarra se hacían cada vez más tristes. ¿Qué estarás haciendo tú?

Un pato amarillo llora amarga y tristemente a mi lado pidiéndome constantemente noticias de ti, y un trago de licor.

Si. Teníamos planes. Bastantes diría yo. Zoé por ejemplo. Extrañare tus muecas y tu lengua cuando cariñosamente te burlabas de mí. Tus manos y la perfecta armonía de nuestros cuerpos. Tu cuello y tu suave olor, tu pelo suelto y tus carcajadas. Me iluminabas el día. Echaré de menos tus constantes quejas sobre el dolor de tu estomago, de cabeza, del dedo meñique del pie izquierdo, extrañare tu hermosa presencia en diciembre en la Cd. de México, porque ese concierto era para los dos, era nuestro. Extrañare que me regañes por no haberte cantado la noche anterior, extrañare a rabiar tus besos y tu cuerpo desnudo a mi lado.

Un pato amarillo amanece con los ojos hinchados y rojos de tanto llanto, con el cenicero repleto de cigarrillos, con tres vasos medio vacíos de licor, creo que ya no cantaremos alegremente. Prometemos no olvidarte.

Johnny.
Domingo 4:30 a.m.
Agosto 2006