lunes, diciembre 12, 2005

Cosas que he callado VIII...

Será que te conozco?

Conozco tu desnudes, el sabor de tus labios, tus pechos desnudos y el olor de tu cuerpo, lo firme de tus caderas, tu canción desafinada en mi oído, tus brazos y como hablan tus manos en una caricia. Conozco tu mirada cuando sé que algo te esta molestando y cuando no tienes que decir nada con tan solo una mueca tuya, tus acertijos que sabes que no entiendo cuando tratas de decirme muy en el fondo que también me necesitas tanto como yo, y tu sonrisa picara cuando me dices que soy un tonto.

Conozco tu silencio cuando digo que te amo, y que quiero que no te vayas cuando son las tres de la mañana y tienes que llegar a casa, cuando te vistes y me das un beso tierno diciéndome adiós, cuando me dejas una rosa en tu lugar para amanecer, conozco tus manos cuando tocan mis piernas y su calor cuando se entrelazan con las mías, cuando las pasas lentamente por mi mejilla después de un beso tierno y con tu mirada de amor. Conozco la fuerza con las que tus brazos me abrazan y las caricias en mi espalda cuando lo haces con tanta fuerza que creo perder el aliento, la emoción que tienes y que me ocasionas cuando te veo, cuando el mensaje en mi celular es tuyo, cuando no me canso de ver tu imagen en mi pantalla.

Conozco tus ganas de desvelarte conmigo hablando por teléfono y esperar sin que queramos que suene el despertador y despedirnos porque tenemos que ir a trabajar y que por medio de un lucero estemos juntos olvidando que estamos a kilómetros de distancia. Conozco tantas cosas y más que me faltan por conocer de ti, pero aun así, no sé si roncarás cuando ocupes el lugar de mi almohada, cuando duermas conmigo, cuando no me digas es tarde y tengo que irme, cuando no nos importe tener que llegar temprano a casa o que suene el despertador, porque serás mía y yo de ti, cuando al fin, seas parte de mi vida...

Johnny.
Diciembre 12, 2005.

martes, diciembre 06, 2005

Crónicas X...

Desvelo contigo.

Es de noche. Hace frió. Estoy pensando en cuanto he crecido y las cosas que han pasado en mi vida. He cambiado. Me imagino de 16 y los vidrios de las casas me devuelven la imagen desgastada de alguien a quien me he acostumbrado a ver todos los días en el espejo. Y no tiene dieciséis.

Cargo los libros en la mano y con la misma mano llevo el bolso. Tengo frió. Estoy pensando ahora en ti. Imagino que conoces mi mundo y que yo te enseño las cosas valiosas para mí. Tengo los ojos rojos y la cara demacrada y aun así insisto que alguien me ha robado cuatro horas de mi vida, que ayer perdí como a las once de la noche. Miro al cielo y recuerdo que pedí ser tu lucero. Yo no podré ser la luna. Ella siempre ha sido caprichosa y fácil de esconder lo que no quiere que le vean. Unos días es redonda y otros parece que un pedazo le hace falta... los luceros no. Ellos están ahí, con y sin nubes, aunque no los puedas ver. Aparece ante de que se oculte el sol y desaparecen antes de que salga. Son pequeños como para traerlos en el bolsillo y siempre iluminan, a lo mejor no tanto como tu mirada, pero iluminan un pedacito de tu cama, donde acostado de lado, con una mano bajo la almohada y una pierna doblada y la otra estirada, hablas conmigo.

Yo no sé porque, pero disfruto de esa platica interminable contigo. Y me pregunto que fue de nosotros este tiempo, estos años. Porque nos encontramos, porque nos dividimos, porque justo ahora nos reencontramos... mientras tu y yo hablamos por teléfono. Imagino que observo desde un rincón las historias que me cuentas, que yo también estaba ahí, que yo también lo viví a tu lado, y así van pasando uno a uno tus recuerdos, y yo sigo metiendome en ellos, viajando al pasado y entendiendo el presente, y quizá intuyendo el futuro.

Hasta que sonó la alarma y tuve que colgar para ir a trabajar, en este mundo, el real.

Verónica I.
23:31 p.m.
Diciembre 05, 2005.